BUENOS AIRES — Los números indican que las campañas de River Plate y Boca Juniors en la Copa Libertadores son exactamente iguales: seis triunfos, cinco empates, una derrota. Sin embargo, los caminos de los dos gigantes de Argentina hacia el partido más grande de la historia del fútbol sudamericano fueron muy diferentes. Casi tanto como sus estilos de juego, sus fortalezas y sus defectos.
Mientras River mostró su mejor juego en los choques de octavos y cuartos de final contra Racing Club e Independiente, Boca encontró el funcionamiento en las semifinales frente a Palmeiras. El equipo de Marcelo Gallardo tuvo una fase de grupos plácida, con triunfos claros y sin sufrimiento, mientras que el conjunto de Guillermo Barro Schelotto sufrió hasta el último día y solo se metió en octavos gracias a una victoria de Palmeiras sobre Junior de Barranquilla. Esas diferencias que parecen circunstanciales y casi anecdóticas tienen su raíz en la identidad de cada plantel.
Si algo ha logrado Gallardo en sus cuatro años y medio al frente de River fue dotarlo de una fibra competitiva que pocos clubes en el mundo tienen. Ese es el principal argumento de los millonarios para esta final. La mentalidad de titulares y suplentes es de acero y se hace todavía más fuerte en las situaciones límite. El liderazgo incuestionable del Muñeco fue fundamental en la era más exitosa a nivel internacional de la historia del club. Quedó demostrado desde aquella serie de semifinales de la Copa Sudamericana 2014, cuando el descenso todavía estaba fresco y Boca era un adversario casi inexpugnable. La voracidad de aquellos dos partidos se repitió en cada uno de los encuentros importantes de las temporadas posteriores, más allá de alguna derrota.
River sabe cómo jugarle a Boca y quizás allí esté su secreto. Sabe cómo lastimarlo y cómo manejar los tiempos. Sabe jugar en la Bombonera. Allí ganó un par de veces por el torneo local y no perdió en ninguna de las dos series internacionales (incluyendo el medio partido del gas pimienta). Contra Racing e Independiente no perdió como visitante y luego salió con todo a buscar el triunfo en casa. Es capaz de volver a hacerlo en esta ocasión, pero también puede mostrar más precaución y ceder la iniciativa. En ambas circunstancias ha demostrado pericia para prevalecer.
Por su parte, Boca se apoya y se encomienda a las individualidades. Incluso aquello que puede parecer una virtud colectiva, parte de la capacidad particular de alguno de sus jugadores. En los partidos contra Palmeiras se elogió la solidez grupal y la aptitud para controlar a un rival muy peligroso. Esa fortaleza se apoyó en el trabajo de Carlos Izquierdoz y de Wilmar Barrios. El defensor central no tardó nada en transformarse como un pilar por personalidad y por eficacia para ganar los mano a mano y las pelotas aéreas. En tanto, la importancia del mediocampista colombiano es ya una marca registrada de este equipo.
El juego ofensivo se mueve según los tiempos de Pablo Pérez. Es cierto que muchas veces lo que más se ve del ex Newell’s es su temperamento, pero en realidad su aporte es más valioso cuando tiene la pelota en su poder. A su lado se afianzó Nahitan Nández, con un estilo fácil de reconocer con esta camiseta: garra y despliegue al servicio del equipo. Algo similar a lo que ocurre con Wanchope Ábila y Sebastián Villa, que al sacrificio le suman una cuota de gol y desborde.
Además de la actitud para afrontar este tipo de compromisos, River tiene experiencia y juventud en dosis casi perfectas. Jonatan Maidana y Javier Pinola forman una dupla defensiva confiable que también ha demostrado condiciones para conducir cuando el juego lo requiere. La ausencia de Leonardo Ponzio en el duelo de ida es dolorosa, porque el veterano capitán es uno de los abanderados de la presión y es clave para el primer pase. En tanto, el joven Exequiel Palacios ha sido fundamental en este semestre. Tiene tantas condiciones para definir como para recuperar y su aporte es indispensable en la idea de Gallardo. En la delantera, el recorrido de Rafael Santos Borré renovó las energías de todo el conjunto.
A Boca se le ha criticado su disposición para afrontar este tipo de encuentros, sin embargo en esta Copa Libertadores ha mostrado contundencia en la Bombonera y carácter para jugar como visitante. De hecho, no perdió ningún partido en la fase de eliminación directa y eliminó a rivales de fuste como Cruzeiro y Palmeiras.
Además, en el último mes, Barros Schelotto logró algo que jamás había conseguido: encontrar un once titular. Las apariciones de Lucas Olaza, Izquierdoz y Villa le entregaron soluciones rápido y todos tuvieron la personalidad para hacerse cargo de sus responsabilidades.
A la hora de pensar un afiche para este duelo histórico, no es fácil encontrar a los protagonistas. El sendero de la Copa Libertadores es largo y sinuoso y River y Boca llegaron al final del mismo impulsados por diferentes protagonistas. Sin embargo, sí es posible destacar a dos hombres que son capaces, por historia y presente, de inclinar la balanza para uno u otro lado. Se trata de Pity Martínez y de Darío Benedetto. En ellos se posan las esperanzas de millones de hinchas.
El diez de River llega después de una lesión y no terminó uno de los entrenamientos de esta semana, pero si hay alguien capaz de amargar a Boca es él. En los últimos tiempos no abundaron los jugadores millonarios que en los Superclásicos se agrandaran. Más bien todo lo contrario. Por eso, su cabeza fría y sangre caliente son una bendición para Gallardo. Generó el penal del único gol de la serie de octavos de 2015, marcó un gol en la Supercopa de este año y también convirtió en los últimos dos choques en la Bombonera. Disfruta de estos partidos como nadie y está ante la oportunidad de convertirse en ídolo eterno si repite esas actuaciones el 10 y el 24 de noviembre.
El aporte del centrodelantero de Boca es diferente. Él aún debe una gran actuación frente a River pero ya aprobó todas las demás asignaturas. Es el máximo goleador de las últimas temporadas y, tras recuperase de una lesión que lo dejó afuera de la Copa del Mundo y de las primeras rondas de esta Libertadores, volvió con todo en los partidos frente a Palmeiras. Tres de los cuatro goles boquenses en esos duelos fueron de su autoría y en todos dejó el sello de su talento. El segundo en la Bombonera es una obra de arte y el que marcó en San Pablo le terminó de dar forma a esta final. Futbolista de apariciones, es capaz de marcar incluso cuando no juega bien. No necesitará más que un metro y un segundo para convertir el gol más importante de todos los tiempos.
Las palabras sobran en momentos como este. River y Boca se conocen a la perfección y conocen qué puede hacer el rival. Ambos cuentan con argumentos sólidos para ganar esta final y meterse en la historia del fútbol mundial. Solo queda disfrutar de 180 minutos inolvidables.
Fuente:espn.cl