Tema : ¿Existe el Libre Albedrío? por Alberto Cifuentes

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Alberto Cifuentes Avello

Profesor

¿Existe el Libre Albedrío?

Hasta esta parte de lo que estoy escribiendo y que es de conocimiento universal existe dentro de un marco religioso y de otro laico humanista.

El término proviene de las voces latinas liber (“libre”) y arbitrium (“juicio”

En el plano religioso, el concepto de libre albedrío proviene de la teología cristiana, según la cual el ser humano fue dotado de libre albedrío por Dios. Durante la Creación, Dios creó a la humanidad y le otorgó la capacidad de tener libertad y elegir entre el bien y el mal.

En tanto en el plano laico humanista, el libre albedrío es un concepto filosófico que consiste en la libertad humana de acción, elección y pensamiento. También llamado libre arbitrio, el concepto expresa la idea de que, en esencia, el ser humano es libre de pensar y decidir según su propio criterio, el cual se considera no determinado por causas externas sino por la facultad de pensar, elegir y actuar libremente.  

Así, el libre albedrío supone la existencia de una voluntad capaz de desarrollar un libre pensamiento, una libre expresión y una libre acción.

Pero, recientemente, un reconocido científico, Robert Sapolsky (biólogo y neurocientífico de 66 años y que hace su labor en la Universidad de Stanford), en su libro “Determined: A Science of Life Without Free Will” (Determinado: Una ciencia de la vida sin libre albedrío), establece que no existe el libre albedrío.

Así, en su trabajo como primatólogo, investigando a los babuinos salvajes en Kenia, reveló cómo las complejas interacciones sociales de estos primates generan estrés y cómo este estrés afecta su salud.

De ese trabajo, Sapolsky cambió su enfoque hacia la neurociencia y se dedicó a investigar el comportamiento en diversas especies animales, incluyendo a los humanos y llegó a la conclusión, por supuesto, controvertida, y para muchos quizás un tanto desoladora, sobre la naturaleza humana. Así, según él, prácticamente todo el comportamiento humano está fuera de nuestro control.

En otras palabras, está firmemente convencido de que el concepto del «libre albedrío» es inexistente, sin excepciones.

Hace la siguiente indicación en la New Scientist: «No somos ni más ni menos que la suma de lo que no podemos controlar: nuestra biología, nuestro entorno y sus interacciones».

Pero ¿cómo puede ser esto cierto? ¿Acaso no tomamos decisiones libremente en cada momento de nuestras vidas, eligiendo hacer ciertas cosas sobre otras sin ninguna influencia externa directa?

Como se podrá comprender, el argumento de Sapolsky plantea cuestiones éticas complejas, ya que desafía la idea de la responsabilidad individual y culpa en acciones perjudiciales. Si se acepta su perspectiva, podría implicar que las personas no tienen un control real sobre sus acciones y, por lo tanto, no pueden ser culpables de sus malas acciones, lo que tendría entonces implicaciones significativas en la moral y la justicia social.

Para ello, Sapolsky tiene una respuesta diferente al supuesto «problema».

En concreto, el científico subraya que todo lo que hacemos viene determinado por nuestra biología, genes, hormonas, educación, infancia y las diversas circunstancias de la vida que se extienden incluso mucho más allá de nosotros. Esta cadena interminable de causas, que se remonta a nuestros padres y más allá, crea una red casi infinita de factores que acaban traduciéndose en nuestras acciones.

Así, desde esta perspectiva, según Sapolsky, no somos seres autónomos como creemos ser, sino más bien una amalgama de estas influencias que se manifiestan en nuestras acciones. En esencia, nos considera simples «máquinas biológicas», al igual que cualquier otro organismo vivo.

Eliminar la noción de libre albedrío, según Sapolsky, socava por completo nuestra identidad y autonomía, así como la fuente de sentido de nuestras vidas. Por ello, esta idea, según él, resulta especialmente difícil de rechazar por la complejidad que entraña.

Además, Sapolsky argumenta que la idea del libre albedrío como la capacidad de ser dueños de nuestras acciones es, en última instancia, una «definición completamente inútil», dada la interconexión de factores que influyen en nuestras elecciones y comportamientos.

Dice que para que existiera ese tipo de libre albedrío, tendría que funcionar a nivel biológico con total independencia de la historia de ese organismo. Se podrían identificar las neuronas que provocan un comportamiento concreto, y no importaría lo que estuviera haciendo cualquier otra neurona del cerebro, cuál fuera el entorno, cuáles fueran los niveles hormonales de la persona, en qué cultura se hubiera criado.

Ilustra esta propuesta señalando que estamos condicionados a responder a diversos estímulos a lo largo de nuestra vida, como un mal olor. La reacción ante ese olor está determinada por nuestra genética, específicamente los receptores olfativos que hemos heredado, y también por cómo nos han condicionado durante nuestra educación para responder a esa percepción.

En este contexto, mientras algunos sostienen que aceptar nuestra falta de libertad podría convertirnos en monstruos morales, argumenta que en realidad es una razón para vivir con profundo perdón y comprensión, para ver «lo absurdo de odiar a una persona por cualquier cosa que haya hecho». «Llega un momento en que no importa si tus sentimientos son reales o si tu sensación de que los sentimientos son reales. Seguimos encontrando las cosas lo suficientemente aversivas como máquinas biológicas como para que sea útil llamar a esas cosas ‘dolor’ o ‘tristeza’ o ‘infelicidad’. Y aunque es completamente absurdo pensar que a una máquina le pueda pasar algo bueno, es bueno cuando la sensación de sentir dolor disminuye».

Independientemente de si se acepta o se rechaza esta crítica, en última instancia, el objetivo subyacente de Sapolsky es fomentar la felicidad en las personas, no su sufrimiento, a pesar de que reconoce que esto puede parecer incompatible con su argumento principal. En ese sentido, sostiene que este enfoque es «liberador» para la mayoría de las personas, especialmente para aquellos cuyas vidas han estado marcadas por la culpa, el castigo, la privación y el desprecio debido a circunstancias sobre las que no tienen control.

Para terminar y en un ámbito local, existen personas que en su quehacer pareciere no tener este libre albedrío y se nota cuando son conducidos por “interesados” a ejecutar determinada votación, sin haber siquiera leído lo que van a votar.

Genial.

BIBLIOGRAFIA

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