Existió en tiempos atrás en donde darse las manos cerraba un compromiso y en donde también existía el verdadero concepto de bueno sin apellido. La persona era buena porque cumplía, así de simple.
Hoy el concepto de bueno se ha desdibujado, en atención que se le agrega la preposición “para”. Así, ocurre que hoy una persona es buena para comer, para tomar, para carretear, para robar, para abusar, para ser desleal, para corromper y para tantos otros.
La modernidad ha dado paso, incluso a dudar de los valores como y entre otros, libertad, igualdad, solidaridad porque en estos y reitero otros más, existe la ambigüedad, la debilidad de ser y cumplir con esos delicados valores que caminan rápidamente hacia el olvido.
Esto me trae de recuerdo, el numero del circo, en donde un malabarista, vestido con trajes de colores, en un pequeño cuadrado, a una altura de dos o mas metros, ponía un rodillo y encima una tabla. De un salto se subía y empezaba a equilibrarse, moviendo la tabla sobre el rodillo, de aquí para allá y de allá para acá. Pero a ello agregaba el jugar con tres o cinco pelotitas, argollas o bastones un juego de movimiento, lanzando estos implementos hacia arriba coordinadamente. En verdad, era extraordinario el número. Obtenía muchos aplausos.
Pues bien, ese equilibrista ahora somos nosotros, en la vida cotidiana y en donde intentamos aparecer ordenados, respetuosos, amables, sinceros. Y nos movemos en constante equilibrio evitando a como de lugar el desequilibrarnos para no caer estrepitosamente en el terreno de la sociedad que nos hundirá en el desprecio, en la tirada de piedras, en la mofa y en la discriminación.
Ya y lo he dicho otras veces, no existe el bueno ni el malo, existe la justicia de la masa social y la justicia pública, establecida por ley. Si esta última no castiga, el imputado queda libre, aunque la justicia de la masa social diga lo contrario. Y es esa la que vale.
Hoy día, con la cantidad de abogados que andan y circulan en busca de trabajo, cualquier actitud de desequilibrio del equilibrista conduce al juicio, al castigo penal.
No vale “tu tía”.
Y así frente a un monumental delito financiero, se dá el caso que se de clases de éticas a solo dos personas en Chile, una docencia exclusiva, no para todos los educandos de chile, sino solo para dos. Estos equilibristas cayeron en la masa social castigadora y pasaron por la ley legalmente establecida y cumplieron con la pena impuesta, ir a clases de ética.
Tengo entendido que en estos días los miembros del poder judicial han nombrado a un pequeño grupo de sus componentes como tribunal de ética y les costó nombrarlos, porque la mayoría de sus eminencias, están contaminados, no podían ser parte de este exclusivo grupo. Sería interesante que volviera al circo este valioso artista del equilibrio a objeto que quienes lo ven participar y hacer ese equilibrado número, nos enseñe la técnica del equilibrio para practicarlo y desarrollarlo, en la mejor forma, en donde vivimos convivimos.
Por Alberto Cifuentes Avello
Profesor
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